domingo, 13 de junio de 2021

LA DOBLE VIDA DE LOLA

Casó muy joven, con apenas los dieciocho.

La madre, al cargo de la prole, once, la mayoría hijas,

la persuadió con milongas: “Es un hombre trabajador,

tiene fincas, propiedades, te tratará bien.”

Él, laborando en las fincas, el tute en la taberna,

el fútbol, los negocios y asuntos de trabajo.

Ella ansiando desgranar sus quiméricos anhelos,

soñando otros universos, resignándose a lo pactado.

 Lola, escasa de escuela, leer, escribir y cuentas,

envidiaba a las mujeres “con cultura y carrera”

de vidas apasionantes, teatros, cine, tertulias,

recorriendo el mundo.

Una noche hechicera, vivió un  utópico sueño;

 era una azafata de sonrisa resplandeciente,

convulsa alucinación que la empujó a consagrarse

al delirio de volar  a caballo de las nubes.

Urdió una quimera, entelequia inocua,

nuevo e intimo mundo , navegaba por rutas aéreas,

escudriñaba  los cielos, imaginaba itinerarios,

 destinos célebres y remotos.

 Peripecia soberana, dominaba varias lenguas,

relaciones  exquisitas, metrópolis exóticas.

Existencia clandestina que ella mantenía viva,

oculta en un recóndito  pliegue de su corazón.

Con ochenta y cinco años, una tarde de mayo,

cuando pintan las cerezas, resolvió revelar su secreto.

Tomó las manos del esposo, sentado a su lado,

confesó su oculta verdad:

 — “¿Ves aquel avión que vuela alto? 

Va camino del Oriente,

en  su interior viajo yo, 

mi destino es Estambul.”


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