bendición de la tierra,
sembrar y cosechar,
uvas y vino, higos dulces.
Sin huecos para libros,
solo uno, en casa de la abuela,
muy pronto me fijé en él,
en su atractiva portada.
En cuanto aprendí a leer,
lo hice mío entusiasmada.
Su lectura me trasladó
a espacios asombrosos y lejanos.
El prodigio de esta primera vez,
me lleva a buscarles con pasión
con tal de regodearme
desentrañando los vericuetos
de sus entintados tripas.